lunes, 26 de noviembre de 2012

TESTIMONIO PARA MICAELA...

Escribe: CARLOS ROJAS

Julio Yovera Ballona, mi camarada y amigo, notable poeta, didáctico prosista, ensayista político y de una diversidad de temas, analítico alternativo de problemas educacionales, investigador incansable de la historia y la literatura, maestro universitario (temido y despedido por “subversivo” de las ideas preservadoras del statu quo…¡pobres ignaros!), gran conocedor de la vida y obra de César Vallejo y por ende captador y forjador de vallejianos (dentro de los cuales me encuentro yo como un aprendiz seguidor del Poeta Universal, aunque –según dicen los que me han escuchado- un aceptable nomás, declamador de sus poemas).
Yovera es también autor de numerosas obras en libros y revistas como CANCIONES DE LA LLUVIA, VÍCTOR PABLO SALVADOR, RÍO BLANCO, CRÓNICA Y CANTO, también entre otras TESTIMONIO PARA MICAELA. Esta última es precisamente la que motiva el homenaje a Julio, porque esta obra poética cumple en este 2012, el 20 aniversario de su publicación. Estos poemas llegaron a ser recitados por “el desaparecido actor nacional Hadson Valdivia, además de musicalizado con la guitarra del gran Manuelcha Prado.”( Raúl Fernando Moscol León, 24/10/12, http://rafemoleliteraturapiurana.blogspot.com/2012/10/testimonio-para-micaela-20-anos-despues.html).
El mismo escritor piurano Moscol León continúa:” Nuestro prestigiado crítico literario Miguel Varillas ha referido que es uno de los cantos más hermosos de la literatura piurana. “La poesía –dice Varillas- es: “Testimonio para Micaela”; el poeta es Julio Yovera Ballona; y, el pueblo es: Catacaos”, y agrega esta frase: “afirmamos que el poeta es quien siente la hermosura de la naturaleza y la manifiesta de un modo igualmente hermosa; es el sacerdote que oficia en el altar de la poesía, que posee sensibilidad tan exquisita que se impresiona ante cosas que no altera a las demás personas, que posee imaginación reproductoras, fantasía, memoria y sentimiento poético. Nosotros agregamos a estos conceptos que el poeta para ser tal necesita de sensibilidad social como la tiene Julio Yovera Ballona…” (Revista Época, N° 252, Junio, Julio, 1992) (Ibid Moscol)
El mismo Julio escribe en agosto de 2008: ”En el año 1992, apareció la primera edición de este poemario, decía entonces:
Con motivo de los 500 años de agresión colonialista y de resistencia indígena y popular. “Testimonio para Micaela” es la historia de cualquier comunidad americana, particularizada, en este caso, en mi pueblo Tallán Katac ccaos Donde nací, crecí y donde siempre retorno por necesidad vital".
Permítanme ahora insertar el poemario para que vean la calidad literaria y el mensaje histórico de TESTIMONIO PARA MICAELA:



1
Micaela, amanece. Los chilalos
Picotean la luna
Desde las ramas de los árboles.

El viento fresco
Se trepa por las quinchas
Llamando a la jornada.

Y el hombre, lento, se sacude del sueño
Para enfrentarse a la tierra
Y al trabajo

2
Micaela, es bueno hurgar
El tiempo, así
Sabremos
Qué fuimos ayer,
Qué somos hoy,
Qué seremos mañana.

Mañana en los ojos de los niños
No habrán lágrimas,
Ni dolor
En los senos de las madres.


3
Micaela, por el mar llegó
El hombre
A estas tierras.

De las llanuras mayas
Se volcó
Al infinito.

Caminó errante,
Dispuesto a no morir,
Maldijo al desierto desnudo
Que el sol
Abrazaba.

Y cuando
Todo era
Mar de arena
Encontró
El llano.

Allí estaba el río.

Ahí afincó
Su vida
Y su esperanza.


4
Micaela, desde un inicio
Tierra y hombre
Fueron uno sólo.
Y en él el paisaje:
Algarrobos, zapotes,
Soñas, iguanas y chilalos.

Verde era el llano
Y azul el silbido
De los pájaros.

5
Micaela, el hombre dependió
De la tierra
Como el recién nacido
De la madre.

Sobrevivir
Fue el reto para todos.
Entonces,
Todos trabajaron.

Julio Yovera y José Watanabe
El ocio de ningún árbol se mecía.

Cada quien era dueño del alba
Y de los árboles.

Con el tiempo
Devino el hombre
En experto agrario.

De día laboraba.

De noche amó a su hembra
Bajo un cielo estrellado

6
Micaela, crearon sus dioses
A su imagen y semejanza.

Para atravesar
Mar y desierto
Alguien debió
Avanzar primero
Haciendo huella.

Por haber encontrado
Un oasis en ka arena muerta,
Crearon el mito
Del pájaro de alas maravillosas y
Del ojo agudo y poderoso
Capaz de avizorar la lejanía
incluso en la oscurana.

Fue así
Como erigieron templos
Para honrar
A Walak y Mec – non,
Nombres de los padres sagrados.

7
Walak, Mec – non,
Padres todopoderosos,
Que avizoraron el río Lengash
Desde la lejanía,
Que nos salvaron de morir
En el desierto.

Ustedes que pueden
Ver el corazón del hombre,
El alma de la luna,
Las pupilas del tiempo.

Padres nuestros, hagan que venga
El sol,
El agua,
Que brote
El maíz
Que es vida.

Así oraban, Micaela, nuestros antepasados:
Los tallanes.

8
Micaela, con la taklla
Diversificaron
Sus cultivos:
El catil para el tejido
Del anacu;
Se cosechó el maíz
Y con él se obtuvo
El mote y la maciza jora,
Se cosechó el morado,
Dulce como miel de abeja.

En suma:
Lo que hoy llamamos pan
Era para todas las bocas.


9
Atrás quedaron los tiempos
De las oscuras cuevas, Micaela.

Levantaron sus casas
De tabique,
De pájaro bobo,
Caña brava.

Rodeando las casas,
Los árboles cantaban.

10
Crecieron y su multiplicaron.
Los curacas impusieron normas,
Tu ancestro, Micaela, también
Formuló códigos:
Shimbi-alac
Se llamaba; destacó
Por su mando firme,
Por sus trenzas largas.

Enseñó al alfarero,
Con sus manos ágiles,
A dar forma a la arcilla; tinajas, ollas, cántaros
Para humanizar la vida
De los hombres.


11
Los nobles, Micaela,
Se hacían llamar
Hijos de Walak
Y Mec-non. Aún así
El sol salía para todos.
El día parecía perdurable.

12
Micaela, los invasores
Llegaron galopando
Sus vicios,
Sus odios,
Su hambre de riquezas.

Aventureros
Y ladrones
Era los invasores
Y para imponerse
No tenían razones
Sino espadas.

(En la Corte
se emitieron bandos
liberando a los reos perpetuos
a condición de venirse
a poblar estas tierras)

13
En Puerto Quemado
Supieron
Del Imperio,
De Atahualpa,
De Caxamarca,
Del Cusco.

La codicia
Se cobijó en sus almas
Soñaron que eran dueños
De mares de oro
Y plata.

14
Micaela, arremetieron
Con sus arcabuces,
Con sus lanzas,
Los invasores.

Se erigieron
Sobre sus caballos,
Gritaron histéricos:
“¿dónde está el oro,
donde?”.

Los invasores.
El sacerdotes, ministro de la fe
Y socio del negocio, exclamó:
“¡herejes, salvajes, paganos...!”
(¿dónde está el oro,
donde?)

15
Micaela, los tallanes
Resistieron,
Vertieron su sangre generosas.

Los curacas fueron decapitados.
Sus cabezas terminaron
Clavadas
En estacas.

“¡ Malditos los sanguinarios
extranjeros!” exclamó Walak.
Su ojo avizor derramó lágrimas.

16
Micaela, los invasores
Se propusieron capturar
A los dioses
Para enviarlos
A las arcas imperiales.

Walac, Mec – non
Emprendieron
El éxodo,
No a la sombra de la noche
Sino a plena luz del sol.

¿ A dónde fueron?

Se refugiaron
Donde la ambición
No pudiera encontrarlos
Y allí permanecen.

17
Los sacerdotes
Pagaron con su vida
O el destierro
El delito de ejercer
El noble oficio.

En la casa sagrada
Se instaló otro dios
¿dónde fuiste Walak
ojo del llano?

La luna salió a buscarlo
Y sólo encontró la noche.

Se estremeció la tierra.
Los chilalos lloraron.

18
Sangraron corazones tallanes,
aulló el viento
Como lobo herido.

Cerca estaban los días
Cuando eran libres,
Soberanos. El inka, el Cusco,
Amauta, Yakchahuasi sólo
Eran nombres difusos
Como estrellas distantes.

Ahora
Estaban los aventureros invasores
Exigiendo tributos, bienes, oro,
Tierras para un monarca
Que gritaba:

“¡ En mis dominios jamás se pone el sol”!

19
Micaela, había cambiado
De aroma la mañana. Ya no fue más
Sólo el olor del choclo
Y del trabajo.

La atmósfera olía a pólvora,
A excremento de caballo.

Se desató una plaga
Que duró siglos,
Espinas sembraron en el llano,
Cadenas en el alma.

A pesar de todo,
Sobrevivimos, Micaela,
Y aquí estamos.

20
Nuestros muertos,
Micaela, no son muertos.

Nuestros muertos,
Micaela, son fogata viva.

Nuestros muertos,
Micaela, se anuncian
Con el viento, cantan con la lluvia,
Danzan en los bosques
De algarrobo.

Turicariama, Tangar-arac,
Cutivalú, Amotaxe, Lachira,
Marca-huillca, Poehios,
Los muertos cuyos nombres
No registra la historia
Son sangre del pueblo,
Hombres eternos.

A sus verdugos
Alguien los recuerda?

21
Micaela, el verano se viene
En oleadas. El viejo
Desparrama sus barbas
En los techos de paja. Dormitan
Los perros en un charco caliente
De sudor y de babas.

Se derriten las calles,
Se achicharran las sombras,
Se consumen los cántaros.

De pronto, el viento fresco. No. No
Es el mar. Es el viejo algarrobo que saluda
A los hombres agitando
Sus ramas.

22
Micaela, el sol no engaña,
Su corazón es una llamarada
Que ha cabalgado el tiempo.

El sol ha visto todo:
Al desierto sin el hombre,
Al verde del oasis,
A Walak riendo,
Al tallán fecundando la vida,
Al invasor imponiendo su fuerza,
Al gamonal robándose la tierra.

23
Micaela, los gamonales heredaron los vicios
De sus padres. Hicieron levantar muros
A nuestros abuelos a fin de proteger
Su casa hacienda. Ordenaron el sembrío
De almendros y palmeras
Para refrescar su medio ambiente.

Hasta sus perros tenían privilegios:
Dormitaban sobre el pasto verde
Bajo un sol inclemente.

En tanto, ardías rebeldes corazones tallanes
Con sed de auroras,
Con hambre de justicia.

24
Micaela, bajo el dominio del gamonal
Te consumías. Agachada,
Caminando a medio paso,
Ligerita, mutilando tu cintura,
Introduciendo tus dedos en la tierra
Húmeda. Haciendo el entresaque.

En el coloche, bajo la sombra de un algarrobo,
La lujuria del capataz te desnudaba.

25
Micaela, del maíz grano de vida,
Cocido bajo el fuego sagrado
De la leña seca,
De tu ardiente corazón,
Arteria de zapotal
Y macuchara,
Nació el zumo
Que llamamos chicha.

La bebió el hombre
Y sintió que era vida
Lo que consumía:
Vitalidad para su cuerpo,
Manjar para su alma.

Micaela, sólo tú
Sabías el secreto;
Pachucho, cocido
Y recocido en la tinaja,
Ventear con el humash,
Sacar en el gusah el destilado,
Cernir en la taquera,
Echar el líquido
En el freco cántaro
Que al fin desbordaba de pushara.

(Micaela, Shimbi-alac desde
siempre dicta códigos)

Cuando llegaron los ladrones
Y se declararon señores, amos poderosos,
Bebieron chicha
Y su impotencia
Fue curada.

(En las noches
sobre el joven cuerpo de una tallana
un chacal se agitaba).

26
Micaela, los algarrobos
Son gigantes bonachones
Que silban
Y danzan por las tardes
Alegrando a los churres.

Los algarrobos
Se consumen como bonzos asiáticos
Para dar fuego al hombre
Mostrando su alto sentido solidario.

Bajo el sol
Es sombra;
Paisaje y canción
Bajo la luna.

“Verdes mis algarrobos verdes,
verdes como la fe de la esperanza...”

27
Cuando llegaba el río,
Lento y sucio como viejo caminante,
Los algarrobos aplaudían, los sauces se inclinaban,
Las lagartijas correteaban,
Los churres cantaban.

Era una fiesta.
Venía el río.
Se abrirían los surcos.
Los temporales nuevamente
Darían camote y sarandaja.

Venía el río.
Habían bailes, risas,
Se libaba a cántaros.

El río embriagado de jora,
Avanzaba por los arenales,
Con los pies desnudos,
Con la faz cansada.

Se marchaba el río.
El mar lo aguardaba.

28
Micaela, el sol consumió
Todo. El sol y el tiempo.

¿Dónde están los títulos
de los nobles,
dónde sus vestimentas,
dónde sus baúles repletos de monedas?

¿Quién recuerda los nombres
de los capitanes
que trajeron la muerte?

Y más aún
¿quién recuerda
al verdugo que ahorcó e incendió
a nuestros abuelos?

El viento barrió sus nombres.

Micaela, el sol consumió
Todo. El sol y el tiempo.
¿Dónde están los gamonales,
donde la casa – hacienda,
donde las losetas venecianas,
la porcelana china,
las cortinas turquesas?

¿Dónde la licorera,
el wiski, los manjares,
el vino semi seco?

¿Dónde están las señoras
de los blancos ombligos, donde sus joyas y sus sueños?

Aquí sólo hay polvo.
Aquí yacen las ruinas.

Sopla el viento....

29
Micaela, en otro tiempo
Fuimos golondrinos.

Los valles de Ica, de Huaral,
De Paramonga sabían nuestros pasos.

A apañar el oro blanco
Para sobrellevar la negra suerte.

30
Micaela, somos historia,
Alma y corazón comuneros. El
Sol nos hizo fuertes. El sol
Y el algarrobo.

Hemos sobrevivido a cinco siglos
De hurto, genocidio y látigo.

Hemos sobrevivido a dos diluvios.

Micaela, somos el tiempo.

La eternidad nos pertenece.

“Verdes mis algarrobos verdes,
verdes como la fe de la esperanza...”

31
Micaela, un día aparecerán
Nuestros muertos. Habrán
De sentarse sobre la tierra
A la vieja usanza, sacarán
del churuco las chaquiras
y bailarán la danza de la vida.

Las hembras agitarán su capús
Con alegría. Los hombres beberán
Jora en chicula y saciaran
su sed de siglos.

Será el renacer.

Reirán con nosotros
Turicariama, Tangar-arac,
Cutivalú, Amotaxe, Lachira,
Marca-huillca, Poechos. Y reirán
Y estarán con nosotros
Los más recientes. Los que murieron
Pero no murieron, los que cerraron
Sus ojos pero miran, los que callaron
Su voz pero nos hablan. Darío Juárez,
Nicolás David, Aurora, Félix, Leoncio,
Marco y tú Micaela Yarlequé Poción, mujer
De armas tomar, tallana pura, danzarás
Bajo la sombra de un macizo algarrobo
Para sellar la alianza del hombre comunero
Con la tierra.

“Verdes mis algarrobos verdes,
verdes como la fe de la esperanza...”

32
Micaela, las calles de nuestro pueblo
Están de fiesta. Los bardos cantan.
Somos cuatro esta tarde: tú, yo, Carlos
Y Augusto. Los churres juegan. Los viejos
Desgranan cada minuto del ayer vivido.

Micaela, la Plaza de Armas se viste de palomas,
Y en la Iglesia se agitan las campanas
Anunciando la resurrección
Del Cristo asesinado.

Todos se alegran,
Se fuga mi tristeza.

Micaela, nuestro es el tiempo.
La eternidad nos pertenece.

“Verdes mis algarrobos verdades,
verdes como la fe de la esperanza...”

33
Micaela, abuela, madre.
Micaela, esposa, hija,
Micaela, hermana, novia,
Micaela, amante,
Para ti he cantado.

Micaela, por ti mi corazón
Dejó de ser color de la ceniza.

Micaela, por ti se fue mi pena
Que era como un jumento viejo.

34
Micaela, te he visto desde churre,
Tejiendo, cocinando jora,
Atravesando potreros
Con tus pies desnudos,
Lavando en la madrugada
Bajo una luna triste.

Y sin embargo, Micaela,
Conservas tu hermosura
De sauce y jabonillo.

35
Toma junco fresco, Micaela,
Hazme un sombrero
Para seguir trajinando
En busca de la aurora
Sin que el sol
Me canse.

36
¿Quiénes nos llaman cholos,
indios, salvajes, resentidos,
sucios, ignorantes, Micaela?

Somos fogata desnudando a la noche.

Hemos sobrevivido a cinco siglos
De hurto, genocidio y látigo.

Hemos sobrevivido a dos diluvios.

Por nosotros se volvieron verdes
Estos campos.

Por nosotros la vida se hizo
Perdurable.

Que nos llamen como quieran, Micaela..
Somos eternos.

“Verdes mis algarrobos verdes,
verdes como la fe de la esperanza...”
El tallán Julio Yovera haciendo de la realidad un poemario como si fuese una historia novelada en versos; volando con Micaela por los tiempos de verdades felices en los primeros tiempos, viviendo testimonios feudales cuando los invasores interrumpieron con rayos de desgracia, y viendo a lo lejos nuevos tiempos que se avecinan porque así lo han anunciado para el mundo, Marx y para el Perú, el Amauta Mariátegui.
Por ello mi alegría de mi amistad con Julio por ser como es y como dijera Danilo Sánchez Lhyon: “Julio Yovera es un tallán y por serlo de manera inequívoca es un chamán; por la actitud natural, misteriosa y mística, quien deambula cotidiano y seguro sobre los misterios del ser; el que conoce el paso de los dioses en las hojas de otoño cuando ellos pasaron por allí en primavera y conoce también al Cristo Cautivo, que sufre porque su pueblo está amenazado” (Presentación del Libro de Yovera, Río Blanco, crónica y canto, Editorial San Marcos).

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