miércoles, 24 de octubre de 2012

MANUELITA SAENZ, LA INSEPULTA DE PAITA

Por Julio Yovera B *
“Tú fuiste la libertad,
 Libertadora enamorada.”
(Pablo Neruda, Cantos Ceremoniales)

En Paita las olas del mar son lentas e inspiran paz. Antaño fue parte del señorío de los tallanes de Colán y Amotape. En plena colonia, el punto más importante del litoral, después del Callao fue esta bahía; de aquí salieron los metales preciosos con destino a las arcas del imperio hispano, y, por eso, el puerto fue sitiado por piratas ingleses, ansiosos de oro.

Aquí, en Paita, vivió olvidada por la indiferencia, una de las mujeres más representativas de la América cobriza, representativa no porque fue la amante de un hombre como Bolívar, sino porque supo identificarse con la causa de los pueblos, que se levantaron convencidos que no habría jamás libertad sin romper las cadenas de la opresión y la dominación. .

En Quito, la capital de lo que hoy es la República de Ecuador, el 27 de diciembre de 1797, nació Manuelita Saenz Aizpuru. Su vida representa el itinerario de una mujer de dimensión continental, que tuvo el mérito de asumir la causa libertaria de la gran patria latinoamericana y la emancipación de su género, y lo hizo acompañada de la misma llama que alumbra hoy el corazón de los revolucionarios, sintiendo lo mismo que agitaba el alma del poeta Otto René Castillo, quien dijera al abrazar la causa de los pobres: “vamos patria a caminar, yo te acompaño”. Eso la motivó a unirse a la gesta de la independencia, a enfrentarse al poder oscurantista y a tejer una red de amor que la unió a Bolívar hasta más allá de la vida.

La progenitora, doña María Joaquina de Aizpuru, vivió poco; algunos afirman que su deceso estuvo relacionado con el nacimiento de Manuelita, aunque dados los tiempos, no hay pruebas contundentes de ello. Su padre, Don Simón Saenz, la protegió y educó en instituciones católicas muy propia de la época y tuvo dominio de conocimientos y habilidades que le permitieron un buen desempeño en el ámbito social. Además, tuvo dominio de lenguas extranjeras, como el francés sobre todo porque era costumbre que con ésta se comunicaban la aristocracia y los sectores criollos emergentes.

Manuelita adornó su personalidad con el dominio de un pensamiento racional y un romanticismo, que la impulsaron a ponerse lejos de la rutina y de las horas apacibles, buscando una vida más acorde con su espíritu de mujer luchadora. Como era propio de las señoritas de su clase social, tuvo la compañía de dos muchachas esclavas: Natán y Jonatás: con ellas forjó una lealtad basada en la amistad y el afecto, viviendo días de agitación libertaria, sus estaciones de amor y de gloria, y sus días de crepúsculo. Cuando anciana ya, frente a la playa, soñaba que el Libertador continuaba en campaña y continuaba amándola.

Cuando contaba con 19 primaveras conoció al caballero inglés James Thorne; con él se casó en Lima, capital del Virreinato del Perú, y fue aceptada por una sociedad frívola, que le garantizaba una vida social plena; pero, en sus fueros más íntimos, Manuelita era una mujer ceñida de rebeldía e inteligencia, y por eso cuestionó una sociedad que haciendo de la mujer un objeto de placer, servía como joya y como motivo de comentario en los salones de la aristocrática sociedad virreinal.

En esos ambientes coincidió con sus pares, haciéndose pronto, amiga de mujeres que querían también participar en aventuras conspirativas, sosteniendo a media voz, no el chisme de ocasión, sino conversaciones sobre la necesidad de ser libres y de apoyar a los soñadores que optaban a favor de la causa emancipadora. La vida de la dama Manuelita Saenz estuvo impulsada por el hálito de la justicia social y el heroísmo.

Hay un dato que la crónica fácil ha dejado de lado. Lo de Manuelita no fue un tema hormonal y de arrebato. La tendencia libertaria fue toda una corriente de pensamiento y de acción. Hubo maestros que previamente desarrollaron ideas revolucionarias en los sectores criollos; hubo también filósofos y artistas, humanistas, que asumieron el ideario revolucionario. En el Perú, por ejemplo, Juan Pablo Vizcardo y Guzmán, predicó la necesidad de conquistar una patria americana y que los nacidos en este continente eran los que debían conducir la sociedad latinoamericana.

El Amauta José Carlos Mariátegui, al enfocar el tema de la Independencia, en sus 7 Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana, sostiene:

“La Independencia de Hispanoamérica no se habría realizado, ciertamente, si no hubiese contado con una generación heroica, sensible a la emoción de su época, con capacidad y voluntad para actuar en estos pueblos una verdadera revolución. La Independencia, bajo este aspecto, se presenta como una empresa romántica. Pero esto no contradice la tesis de la trama económica de la revolución emancipadora. Los conductores, los caudillos, los ideólogos de esta revolución no fueron anteriores ni superiores a las premisas y razones económicas de este acontecimiento. El hecho intelectual y sentimental no fue anterior al hecho económico".

La gesta fue resultado de una fusión de intereses económicos legítimos y de romanticismo revolucionario; en Manuelita prevaleció lo segundo, estuvo identificada con la causa libertaria y lo estuvo mucho antes que fuera la compañera de Bolívar. No en vano fue reconocida y premiada por José de San Martín, quien le otorgó la distinción de Caballeresa de la Orden del Sol del Perú. Esto después de tomada Lima y en el marco de las celebraciones, con motivo de la Independencia del Perú, el 28 de Julio de 1821. Además, un medio hermano suyo era un oficial de las fuerzas libertarias que conducía Antonio José de Sucre.

Después de la Independencia del Perú, volvió a Quito. América del Sur vivía el fervor de la lucha patriótica. El ejército libertador del norte, liderado por Bolívar, entraba a Quito y desde la calle y los balcones se expresaban las simpatías a los protagonistas que después de tres siglos, abrían el camino para el logro de una independencia que no era imposible.

“Es Manuelita que cruzó
las calles cansadas de Lima,
la noche de Bogotá,
la oscuridad de Guayaquil,
Y el traje negro de Caracas.
y desde entonces es de día
(Pablo Neruda, Cantos Ceremoniales)

Manuelita describió así su encuentro con el Libertador. “Cuando se acercaba al paso de nuestro balcón, tomé la corona de rosas y ramitas de laureles y la arrojé para que cayera al frente del caballo de S.E.; pero con tal suerte que fue a parar con toda la fuerza de la caída, a la casaca, justo en el pecho de S. E. Me ruboricé de la vergüenza, pues el Libertador alzó su mirada y me descubrió aún con los brazos estirados en tal acto; pero S. E. se sonrió y me hizo un saludo con el sombrero pavonado que traía a la mano. Quito, 16 de Junio de 1822.”

Pocos días después, en una fiesta de homenaje al Libertador, éste le hizo el siguiente comentario: “Señora, si mis soldados tuvieran su puntería, ya habríamos ganado la guerra a España”. Galantería direccionada por la causa, esa es la características de los amores que fusionan atracción personal con ideales.

Desde entonces, sin atenerse al fardo de los prejuicios y al qué dirán, se convirtió en la compañera de Bolívar. Estuvo no solo en el lecho, también en las campañas contra las fuerzas retardatarias, que querían detener la historia. Desde siempre se sabe que los derrotados no se cruzan de brazos o que quien asume una causa no siempre es fiel hasta el final.

Los líderes siempre son el blanco de atentados y de campañas de desprestigio. Justamente hubo un intento para asesinar a Bolívar, proveniente de un grupo de conspiradores resentidos. Manuelita salió al frente y frustró el atentado: esto fue en el Palacio de San Carlos, en Bogotá, Colombia, el 25 de setiembre de 1828. Desde entonces el propio Simón la llamó la Libertadora del Libertador.

Bolívar siguió en campaña, fiel a su destino. Después de muchas jornadas solo recibió incomprensión e indiferencia, llegó a la conclusión que había “arado en el mar”. La burguesía criolla nunca entendió la necesidad de forjar la gran nación de América del Sur, que fue el sueño gigante de Bolívar.

El ocaso de la vida pública del héroe vino a la par con su enfermedad. El 8 de mayo de 1830, moría en Santa Marta, sin más bienes que sus males y sus sueños frustrados. Desde entonces se inicia el éxodo solitario de Manuelita, cuya sola presencia traía el recuerdo de un hombre al que los sectores criollos retrógrados querían borrar de la memoria.

El poder se ensañó con ella, al extremo que se le anuló toda posibilidad de retornar a su natural Quito, y resignada y con un fardo de recuerdos, se estableció frente al mar de Paita. En este puerto transcurrió su vida, hasta que finalmente se fue sin dejar más huellas que su nostalgia y su pureza.

“En Paita preguntamos
Por ella, la Difunta;
Tocar, tocar la tierra
De la bella Enterrada.
No sabían”
(Pablo Neruda, Cantos Ceremoniales)

¿Cómo transcurrió la vida de Manuelita, en Paita? ¿Como la de cualquier vecina? No. Ello siguió siendo siempre la Libertadora abandonada por el poder, ignorada por la élite económica, pero, era la persona que recibía el afecto de personas de otra élite, la de los hombres honrados y cultos, la de los rebeldes soñadores, que llegaban desde los confines del mundo a encontrarse con ella, que era la encarnación de la libertad y del amor.

“Detuve al niño, al hombres,
Al anciano,
Y no sabían donde falleció Manuelita,
Ni cuál era su casa,
Ni donde estaba ahora
El polvo de sus huesos”
(Pablo Neruda, Cantos Ceremoniales)

Guiseeppe Geribaldi, el patriota italiano, Ricardo Palma, el autor de Las Tradiciones Peruanas; el poeta Joaquín Olmedo y de modo más continuo Don Simón Rodríguez, el guía espiritual del Libertador, llegaban a visitar a la dama solemne y apasionada.

Muchos estudiosos se han preguntado ¿por qué en Paita, el puerto que por largos años de vida republicana fue abandonado por las autoridades y que le hizo perder las condiciones y las perspectivas estratégicas al punto de convertirlo en un lugar que daba la impresión que el tiempo se había detenido.

Recién, en pleno proceso de reformas en la década del 70 del siglo pasado, con la experiencia del Gobierno del General Velasco, Paita intentó recuperar su auge; y con la imposición del modelo neoliberal ha sido subastado por todos los regímenes entreguistas que ha tenido el país. Lo que el modelo no ha podido privatizar es la belleza marinada del puerto. No en vano, desde tiempos inmemoriales, se acuñó la frase: “la luna de Paita y el sol de Colán”, para referir la hermosa embrujadora del puerto y el sol intenso de los arenales de uno de sus distritos.

“Y aquí vivió
Sobre estas mismas olas,
Pero no sé donde fue,
No sé
Donde dejó al mar su último beso,
Ni dónde la alcanzó la última ola”.
(Pablo Neruda, Cantos Ceremoniales)

Mujer de cultura superior, se ganó la vida ejerciendo oficios modestos y dignos; y para que no quede la menor sombra sobre su honestidad e integridad, nos dejó esta luz de ejemplo y de pureza: al morir su esposo fue incapaz de ir a la devolución de la dote de 8,000 pesos, que según costumbre, había dado su padre al momento de sus nupcias.

Esa es la vida de una mujer que en una oportunidad señaló al cronista e historiador O´Leary, “Vivo adoré a Bolívar, muerto lo venero”. Sus días la pasó acompañada de sus fieles Nathán y Jonatás.

La Libertadora murió el 23 de noviembre de 1856, víctima de una epidemia que asoló el puerto. Sus mejores joyas fueron sus recuerdos y este mensaje que conservó de su amado Simón hasta el fin de sus días. "El hielo de mis años se reanima con tus bondades y gracias. Tu amor da una vida que se está expirando. Yo no puedo estar sin tí. No puedo privarme voluntariamente de mi Manuela no tengo tanta fuerza como tu para no verte. Apenas vasta una inmensa distancia. Te veo, aunque lejos de tí. Ven...ven...ven...luego.”

Neruda, el poeta de Canto General y de España en el corazón, estuvo en Paita, antes de 1961. Toda indica que el motivo que lo impulsó a venir a esta bahía, fue el recuerdo de Manuelita, que en el paiteño de antaño conservaba como un hada de la tradición popular. Manuelita estaba en las conversaciones, vivía con su semblante de princesa y con una sencillez de mujer de pueblo.

El poeta anduvo por las calles con olor de mar, con arena llena de pequeñas conchas marinas. No sabemos cuántos días estuvo acá el escritor comunista que aprendió a hacer crónicas donde todo es metáfora, donde todo es poesía, con una particularidad: es la historia de los pueblos de nuestro continente.

El poeta indagó afanosamente en el cementerio del puerto, caminó nicho tras nicho, cruz tras cruz, posando su mirada en los nombres de los difuntos, pero ninguno le pudo indicar que ahí descasaba Manuelita Sanez, y cuando descendió por el camino arenoso que llega a la Plaza del Puerto, fue cincelando los versos que después pasarían a ser uno de las más hermosas aunque olvidadas obras del poeta: la insepulta de Paita.
Pablo Neruda

Ahora se sabe que la casa existe, al lado de La Figura, el mascarón, semejante al que gustaba coleccionar el poeta. Esa casa debería ser un altar para los seres bien nacidos de América Latina. No solo Neruda, sino todos nosotros, debemos sentir y comprender que los pueblos del Sur, al mismo tiempo que diferentes, son únicos y que una arteria vital de ese cuerpo es el Perú en todos sus caminos y en todas sus sangres.

Hemos querido a modo de homenaje dejar a lo largo de este breve artículo los versos del poeta, que terminada describiendo a Paita tal como fue. La razón es simple hemos querido también darle este homenaje al pueblo en el que iniciamos nuestra carrera docente.

“Soñolienta y vacía
Paita se mueve Al ritmo
De las pequeñas olas de la rada
Contra el muro calcáreo.
Paita
Quedó dormida
En sus arenas.
Manuelita insepulta,
Desgranada
De las atroces, duras
Soledades”

Manuelita Saenz está en nuestra memoria y en nuestro corazón, y mañana cuando hayamos hecho realidad el sueño de Bolívar: la unidad de patria latinoamericana, Paita será el destino del peregrinaje de quienes comparten sus sueños, y por eso mismo llegarán a este lugar a honrar a la insepulta de Paita.

* El autor de este artículo inició su carrera docente en el Colegio San Francisco de Paita.
Bibliografía:

http://www.paitavirtual.com/0his.html
7 Ensayos de José Carlos Mariátegui.
Cantos Ceremoniales, Pablo Neruda.
Manuelita en Paita, José Estrada.

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