lunes, 25 de octubre de 2010

VARGAS LLOSA (2), SAN MIGUEL Y LA HUIDA DEL INCA

Escribe: RAUL F. MOSCOL LEON
rafemole@yahoo.com
Una verdadera odisea escolar vivió Mario Vargas Llosa. Estudió sus primeros años de primaria en Cochabamba, Bolivia, país al que viajó en compañía de su abuelo materno Pedro y de Dorita, su madre. Dejó Arequipa, su tierra natal, un año después de haber nacido el 28 de marzo de hace 74 años. Permaneció allá, hasta inicios de 1946, año que por primera vez radica en Piura.
Don Pedro Llosa, que había dejado Bolivia, para asumir la prefectura de Piura, lo matriculó en el Colegio Salesiano, ubicado, en ese entonces, al lado de la Iglesia María Auxiliadora y frente al Colegio Nacional San Miguel, en plena Plaza Merino. Jorge Mario Pedro cursaba ya el quinto de primaria y los sacerdotes lo ubicaron en la sección “A”.
“Mi encuentro con el Salesiano y mis nuevos compañeros de clase no fue nada bueno. Todos tenían uno o dos años más que yo, pero parecían aún más grandes porque decían palabrotas y hablaban de porquerías que nosotros, allá en La Salle, en Cochabamba, ni siquiera sabíamos que existían… Poco a poco me fui haciendo de amigos -Manolo y Ricardo Artadi, el Borrao Garcés, el gordito Javier Silva, Chapirito Seminario-, gracias a los cuales fui adaptándome a las costumbres y a las gentes de esa ciudad, que dejaría una marca tan fuerte en mi vida”.
Era director del Salesiano el padre José Sáfarik y estudiaron aquel año con Mario Vargas Llosa: Jorge Alamo Soria, Mario Alzamora Cáceres, Manuel Alzamora Herrera, Rigoberto Arizaga, Víctor Balmceda Correa, Enrique Barreto Franco, Mario Burgos Villacríz, Gilberto Calle Portocarrero, Mario Cardoza Navarrete, Juan Carlín Rosas, Eloy Carrión Calle, José Chong Li, José Espinoza Puga. Oswaldo Estrada Pacherrez, Luis Flores Rosales y Juan Franco Silva
También estuvieron con él: Tomás García Ojeda, Manuel Gil León, Ruperto Guzmán Huamán, Aurelio León Montenegro, Manuel Gilberto León Ruesta, Joaquín Luna Valdiviezo, Vicente Masuco Zaldívar, Luis Mendoza García, Eduardo Merino Flores, Juvenal Mogollón Garay, Medardo Purizaga Vega, Boris Ravinovich León, Luis Ramírez Lituma, Rodolfo Rengifo Navarrete, José Rosales Estrada, Donatilo Vílchez Maza, Guillermo Villar Morán, Toribio Yarlequé Palma y Gaspar Zapata Morey.
EL 21 diciembre, día de la clausura del año escolar de 1946, el niño Mario recibió Premio de Religión con Medalla de Honor “por su buena aplicación en esta asignatura”. Hoy es un confeso agnóstico. Las notas de los otros cursos, estuvieron entre el medio superior y su comportamiento fue calificado de muy bueno.
El último año de primaria y los dos primeros de secundaria los siguió en La Salle de Lima. Después pasó al Leoncio Prado por “la idea de muchos papás de clase media con hijos díscolos, rebeldes, inhibidos o sospechosos de mariconería: que un colegio militar, haría de ellos hombrecitos disciplinados, corajudos, respetuosos de la autoridad y con los huevos bien puestos”. Permaneció aquí dos años.
Las vacaciones escolares del 52 estaban por terminar, pero Mario Vargas Llosa, que trabajaba como periodista en La Crónica, no se había matriculado en ningún colegio. No quiso volver más al Leoncio Prado porque los años que pasó en el plantel de La Perla, Callao, “fueron bastantes duros y pasé allí algunos días horribles, sobre todo cuando me quedaba castigado”.
Mario recorrió varios colegios nacionales de Lima en busca de matrícula. Todos estaban copados, así que decidió llamar al tío Lucho Llosa, radicado ya en Piura, para que hable con su amigo Luis A. Marroquín, director de San Miguel y le consiga una vacante. La respuesta llegó casi de inmediato y un día después de su cumpleaños número dieciséis, enrumbó a la ciudad “de luz blanca y asfixiante calor”.
Dice el consagrado peruano universal:
“Si de los cincuenta y cinco que he vivido, me permitieran revivir un año, escogería el que pasé en Piura, en casa del tío Lucho y la tía Olga, estudiando el quinto de secundaria en el Colegio San Miguel y trabajando en el diario La Industria. Todas las cosas que me pasaron allí, entre abril y diciembre de 1952, me tuvieron en un estado de entusiasmo intelectual y vital que siempre he recordado con nostalgia” .
La Promoción 1952 del Colegio Nacional San Miguel fue la última que cobijó el viejo local de la Plaza Merino. La Gran Unidad Escolar comenzó a funcionar, al año siguiente, en su flamante local del barrio Buenos Aires y las instalaciones del Alma Mater de Piura fueron ocupadas por el naciente Colegio Nuestra Señora de Fátima. Actualmente sirven de sede del INC.
Fueron profesores de Mario Vargas Llosa y de sus treinta y tres compañeros de clases, entre ellos siete mujeres: Carlos Robles Rázuri (Literatura), Marcelo Chanllío (Física), Guillermo Gulmán (Economía Política), Andrés Pérez (Inglés), Luis Ramos Zambrano (Lógica y Ética), Jesús Santos García (Educación Moral y Religiosa), Néstor Martos Garrido (Historia del Perú), Guillermo Frías Ocampo (IPM), Fernando León Molero (Química Orgánica), Ramón Abásalo Rázuri (Educación Cívica), Educación Física (Enrique Lavado Díaz) y Roberto Nolte García (Geometría).
En el querido y leal San Miguel prosiguió con su ímpetu literario y con ocasión de la Semana Jubilar de Piura presentó en el Teatro Variedades, donde hoy está Foto Carrasco, su obra primigenia La huida del Inca, que había ocupado el segundo lugar en el III concurso de Teatro Escolar y Radioteatro Infantil de 1951. El primer lugar le cupo al alumno Víctor Omar Gilber, con Niños de mar y de luna.
La obra, de un prólogo, tres actos y un epílogo, se presentó el 17 de julio, en dos funciones: vermouth y noche, como un homenaje de San Miguel a Piura. Intervinieron nueve personajes, más los servidores, quienes ensayaron en la biblioteca del plantel, ubicada en la segunda piso, durante más de dos meses, bajo la dirección de su autor, el alumno de quinto de secundaria Mario Vargas Llosa.
Recuerda Walter Palacios Vinces, alumno del cuarto de secundaria en el 52 y que oficiaba de sacerdote en la representación teatral, que:
“En uno de los primeros ensayos, cuando me corresponde entrar en acción, empiezo muy circunspecto a pronunciar mi parlamento y Mario detiene el ensayo y me dice: no, no Walter, así no. Tú no eres un sacerdote, un personaje serio. Tú eres un chamán, un brujo, un hechicero, por eso tu actuación tiene que ser farsesca. Y él mismo comienza a caminar, a dar pequeños saltos gesticulando grotescamente. Eso no he podido olvidarlo hasta ahora. Todos aceptábamos y cumplíamos con disciplina sus indicaciones. La seriedad con la que nos dirigía, no alteraba nuestras relaciones de amistad”.
La huida del inca, con escenografía del querido Manuel Aldana Ruiz, llamado Tawa por los alumnos, tiene como escenario “una región de nuestras serranías…con una cadena de montañas” y se inicia con el encuentro de un joven escritor -que no sabia como retornar al Cusco- con un anciano, quien antes de enseñarle el camino de vuelta, empieza a contarle una leyenda del Tawantinsuyo.
La historia llena de intrigas y traiciones narra los abusos y el incendio que provocó Urcos contra el poblado Rumis y la complicidad del sacerdote para eliminar a una cautiva joven (Vestal) -de la que se enamoraría el inca-, para que no le cuente la verdad de todo lo sucedido al soberano y su hermano no sea castigado severamente.
Intervinieron en esta obra escrita y dirigida por el laureado exsanmiguelino, Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura: Juan León Orejuela (Anciano), Rolando Raygada Zambrano (Escritor), Ricardo Raygada Zambrano (Inca), Walter Palacios Vinces (Sacerdote. Se coludió con Urcos para traicionar al Inca), Yolanda Vilela Pita (Vestal 1. Le confesó al Inca los horrores cometidos por Urcos contra la tribu Rumis), Ruth Rojas (Vestal cautiva. Esclava de la que se enamora el Inca), Lira Rojas (Vestal 2), Víctor Izquieta (Urcos, hermano del Inca) y Federico Otoya (Untar, sobrino del Inca, “gran guerrero ha de ser con el tiempo ese muchacho”).
La función de teatro, comprendió además: la presentación del Orfeón Sanmiguelino, la actuación de Cantinflas piurano, el show de las Bikini Girls y los recitales de Joaquín Ramos Ríos. Lila Obando y Lira Rojas interpretaron lo mejor de su repertorio, al igual que el novel tenor Juan Lamadrid. También se presentaron las guapas soberanas Teresita Mavarro, Señorita Piura y Martha Risco, Señorita Educación.
Los diarios de la época, al referirse a la Gran velada literario-musical coincidieron en afirmar que “tanto el drama La huida del inca, cuyo autor es el joven estudiante del 5to año Mario Vargas Llosa -muy aplaudido y felicitado-, como los demás números de que constaba el programa, fueron del agrado del numeroso público que en las dos funciones lleno la sala del Variedades”

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